El interés por los efectos que la relación entre humanos y otros animales tiene sobre la salud ha estado presente desde los inicios de la historia (para una revisión completa en español, Gutiérrez, Granados y Piar, 2007; en inglés, Serpell, 2010). Este elemento nos pone sobre la pista de que las IAA no son, en forma alguna, de reciente aparición.
La inclusión de animales en centros de atención sanitaria se remonta más de dos siglos atrás. En el s. XVIII, el York Retreat (York, Inglaterra) dio cabida a animales de granja como complemento al tratamiento de personas aquejadas de trastornos mentales. Más recientemente (s.XIX), el Bethlem Hospital (Londres, Inglaterra) incluyó animales no sólo por su efecto sobre los pacientes, sino por el impacto positivo que estos tenían sobre los profesionales del centro (Serpell, 2010).(Fuente: Wikipedia)
Sin embargo, estas primeras experiencias representan registros de tipo anecdótico, ya que poco se sabe de qué objetivos fueron pautados y qué resultados fueron obtenidos.
No sería hasta mediados del s. XX cuando se registrara un nuevo cambio en la visibilidad de las IAA, de la mano de Boris Levinson, quien publicó su libro «Psicoterapia Infantil Asistida Por Animales» en 1960 y defendió la inclusión de animales en contextos de intervención en la American Psychological Association (Eggiman, 2006).
Desde entonces, se ha registrado una paulatina aceleración en el número de publicaciones científicas en torno a las IAA, existiendo en la actualidad numerosos grupos de investigación reconocibles en distintos puntos del mundo.
El desarrollo en España
Aunque existen numerosas experiencias realizadas en España, el interés por desarrollar programas reconocibles y documentar su validez es relativamente reciente, encontrándose aún en un estado incipiente.
Como aspecto positivo, cabe reseñar que la atención prestada por profesionales de distintos ámbitos hacia las IAA continúa creciendo, con las primeras investigaciones apuntando que en torno a tres cuartas partes de los estudiantes y profesionales encuestados a nivel nacional estarían interesados en conocer más sobre este ámbito con vistas a su aplicación profesional.
Sin embargo, en el polo negativo cabe destacar que la rápida aparición de iniciativas en torno a las IAA no se está viendo acompañada de un desarrollo teórico y empírico que garantice una correcta vertebración de la experiencia, con lo que nos enfrentamos a los mismos riesgos que ya fueron destacados hace más de una década en otros países (para una revisión, ver López-Cepero et al., 2014).
Por ello, una formación reglada, que ponga en relación las prácticas profesionales y los desarrollos investigadores de las IAA, aparece como una prioridad, a fin de evitar la separación entre el mundo académico y aplicado.