PESQUERÍAS
Las pesquerías de arrastre y cerco con sus modernos buques son las que han caracterizado este puerto durante gran parte del siglo XX, y las que hoy mantienen su primacía económica. La pesca artesanal mantiene diversas estrategias a lo largo del año para adaptarse a los comportamientos de diferentes especies, destacando particularmente la pesca del pulpo con nasas, así como las embarcaciones de rastros para la captura de moluscos bivalvos.
Actualmente todas las embarcaciones salen a pescar al día en caladeros próximos. Los arrastreros con una tripulación de unas 9 personas son los buques de mayor eslora y parten al amanecer para volver a puerto por la tarde donde realizan los mayores desembarcos, de besugos, jibias, gambas, pulpos, cigalas o lenguados, entre otras especies. Las traíñas, con una tripulación que no supera la docena, calan al anochecer sus artes de cerco y siempre más allá de las 35 brazas, van buscando “aguas calientes y fondos terreños”. En torno a la media mañana se inicia la entrada a puerto de estas embarcaciones para descargar sardinas, jureles y boquerones principalmente. Los patrones combinan la pesca a la luz, con el auxilio de los botes luceros que agrupan al cardumen de pelágicos por la atracción que sienten estos ante la luz; con la pesca al aparato, en la que el patrón busca en la pantalla de la sonda electrónica las manchas de pescado, en los caladeros que tiene acreditados por su productividad.
Las embarcaciones de artes menores tienen un menor alcance territorial, desde la Atalaya a las Sabinillas, en los que van alternando sus artes y estrategias a lo largo del año en función de los comportamientos migratorios de las distintas especies. La pesca del pulpo con nasas y pucheros se puede realizar durante todo el año, no siendo ya tan frecuente la tradicional pesca con tablilla. La solta o ‘arte de pelo’ se cala para besugos, brecas y otras especies de roca, combinándose con los trasmallos. Los trasmallos ciegos están especializados en el salmonete, besugos o brecas y se calan en los primeros meses del año; mientras que los claros (en particular la red de langosta) se calan a partir del verano para capturar sobre todo este crustáceo. Los palangrillos pueden alternarse en algunas épocas con los anteriores, mientras que un número de barcos se ha especializado en los rastros para bivalvos (almejas, coquinas, concha fina, corruco). Este puerto destaca por tener como patrona de una embarcación marisquera a una mujer, que sale a faenar con su marido, algo muy inusual en el litoral andaluz.
Sin duda la pesca del volador con la red volaera, arte de enmalle de deriva, entre los meses de julio y septiembre es de las más vistosas del puerto. Como un complemento a la economía doméstica, en esta actividad participa toda la familia. Tras la captura, el pescado debe ser limpiado, salado y secado. A continuación, los tendidos de volaores en las instalaciones del puerto transforman las rutinas del puerto, dotándolo de un paisaje particular, en el que destaca la participación de jóvenes y mayores.
Si estas son las pesquerías actuales, históricamente este puerto, como los del mundo marengo, se había caracterizado por el sardinal, arte de deriva que se cala perpendicular a la costa cortando el paso de sardinas y boquerones, y los artes playeros, que se trabajaban en el rebalaje. Entre estos, jábegas y boliches, que se calaban al despuntar el alba con la barca para ser halados desde la playa por una cuadrilla de pescadores y menesterosos que se acercaban para ayudar, haciendo uso de las trallas para sacar el copo. Entonces se producía el reparto y la venta de las especies de interés comercial, de modo que estas pesquerías creaban un paisaje del rebalaje muy diferente al actual, por su dinamismo y riqueza.
Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía
Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía
Proyectos de I+D+i 2013-2015.
Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.