BARBATE

REDES Y PERTRECHOS

Los artes de traíña, de color marrón y rojizo para hacerse invisibles –antiguamente se teñían los de algodón blanco con el cocido de las cortezas de los pinos-, tienen 500 metros de largo por 90 metros de altura (peralto), y se componen de distintas piezas. Así, el arte se divide en distintas franjas horizontales: cadeneta junto a las trallas, rapel a continuación y paño de red por el corcho, a lo que se une la venda por el plomo. Entre esas bandas, se cosen los paños de red. También en los extremos del arte se sitúa la calonera, una pieza triangular. El grosor y claro de malla de cada una de estas piezas permiten modular la resistencia del arte cuando está trabajando, de modo que quede más firme en la zona de las trallas, donde hay más roce y fuerza de tracción y en los calones o extremos del arte. Igualmente, el cabecero, donde viene a morir el pescado, se teje con una malla más tupida para poder soportar el peso del pescado en la última fase del lance. De la tralla del plomo cuelgan las patas o patarreys, donde se anudan las argollas atravesadas por la jareta que cerrará el arte por la parte inferior. El armado, por tanto, consiste en la progresiva unión de todas estas partes, cuyo diseño debe estar en la cabeza del redero, palmo a palmo, porque nunca se trabaja sobre plano, sino directamente sobre los paños de red, lo que requiere una gran maestría.

Redero de cerco

Redero de cerco.

Redero de artes menores

Redero de artes menores.

Redero de arrastre

Redero de arrastre.

Armando redes de palangre

Armando redes de palangre.

Anclas de cerco

Anclas de cerco.

Anclas de almadraba

Anclas de almadraba.

Pertrechos de almadraba

Pertrechos de almadraba.

Pertrechos de almadraba

Pertrechos de almadraba.

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Las faenas de la pesca con cerco y jareta requieren una ajustada y sincronizada tarea entre los distintos puestos técnicos que controlan las fases de la pesca. Es clave el papel del patrón, que ha de interpretar la dirección de la marea, el volumen y el tipo de pescado que marcan los aparatos en función del tipo de manchas que aparecen en las pantallas. Una vez que el patrón decide largar el arte –con la voz ¡”Arría”!-, un marinero va cantando las argollas mientras van saliendo el arte y la jareta. Una vez que se cumplimenta el cerco, empieza a cobrarse la jareta desde el virador, hasta que este cabo cierra la bolsa del arte por su parte inferior, lo que se consigue cuando las argollas “están a pique” (todas fuera del agua); a continuación se cobra el arte de traíña desde el halador, con la ayuda de marineros que van estibando adecuadamente el corcho (parte superior) y el plomo (parte inferior). Desde que se inicia el lance de pesca impresiona la actividad a cubierta, vertiginosa y excitante: voces, movimientos rápidos y bruscos, fortaleza en las órdenes y agitación en su cumplimiento…, todo lo cual crea un ambiente de precipitación que refleja la importancia de realizar lo más velozmente que sea posible el cerco antes que el pescado se disemine.

En las pescas de enmalle, los pescadores usan a lo largo del año distintas redes en función de las temporadas de pesca y las especies objeto. En Barbate usan los artes de tripilla (de monofilamento, de material plástico, y color verde) durante primavera y verano para ir a la breca, cazones, sargos, herreras…, especies que “embisten”, en función de las cuales usan distintos claros de malla. Si los artes son de nilón, nos encontramos con trasmallos, que son usados sobre todo en mayo y los meses estivales para la captura del salmonete. O bien con las piqueras (cazonal), con un paño de red y que en este puerto se arman también con una albitana, que se calan más en otoño e invierno, para diversas especies, pero predominando la captura del choco y el lenguado.

La dinámica de trabajo consiste en largar los artes en el cambio de luz de la amanecida (trasmallos) y al alba y al atardecer –la prima o el huricán de la tarde- (piqueras, tripilla), teniendo en cuenta la dirección de la marea. Cada pescador trabaja con un número variable de artes, que cala en las proximidades de cabezos (zonas de piedra), o en zonas de roca (tripilla) aprovechando las corridas de las especies con el cambio de luz. Los trasmallos y artes de tripilla cobran las artes y desenmallan las capturas conforme se suben a bordo, vivas, de modo que en la misma mañana se vende la producción en lonja. En las piqueras, pesca de invierno, suele hacerse el despesque a la jornada siguiente, de modo que el arte está pescando más tiempo, en función de las circunstancias ambientales. En los artes de nilón, como trasmallos o piqueras, es frecuente que los artes sean limpiados en los propios muelles, con la ayuda de jubilados, creando focos de trabajo y conversación en que aprender de los asuntos del mar.

Los palangres, de fondo, están constituidos por un cordel madre, del que penden los coales o brazoladas, a los que se empatan los anzuelos (unos cien por cada aparejo). Se larga con un bloque de hormigón para favorecer su fondeo, desde unas canastas en las que queda bien ordenado el aparejo. Se suelen trabajan con carnada (cangrejos). Los patrones se dirigen a los pesqueros conocidos, en caladeros próximos a Marruecos, de gran profundidad, para largar y cobrar las tandas de anzuelos durante la noche, aprovechando los cambios de marea. Así, el aparejo está poco tiempo pescando, en función de la especie a la que se dirija –las especies que están a más profundidad son los sables-, pero se cobran al poco tiempo de ser largados, lo que siempre garantiza su frescura.

Podemos considerar la almadraba el más imponente de los artes de pesca. Se basa en una estructura de cables que se mantienen en superficie gracias a la acción de miles de boyas. Una visión cenital permite apreciar su dibujo: del cuadro (350-400 metros), parte central en forma de rectángulo, parten dos raberas, una hacia tierra, la otra hacia fuera (de longitud variable en función de donde esté calada la almadraba). Para fijar la estructura se usan juegos de anclas (entre 90-100 por almadraba) de varios quintales, que han de ser contrarrestadas por grandes flotadores, los perros. Argollas, grilletes y otros elementos de sujeción son los que aportan la rigidez flexible que caracteriza esta gigantesca trampa, garantizando la estabilidad del conjunto. De esos cables penden los cuarteles de red, con distintos claros de malla (más tupidos conforme nos acercamos al copo), que tienen además distinta altura, porque el arte en su conjunto se ajusta al talud de la costa en que está calada la trampa, un espacio de varios millas. El cuadro tiene varios compartimentos (cámara, buche y copo), con distintos tipos de redes. El copo tiene una red de fondo, muy gruesa y ciega, el matador, para soportar el peso de los atunes, que es levada en la levantá. Una vez que un número suficiente de atunes han entrado en el cuadro, hay que llevarlos al copo, mediante una red móvil, el atajo, y encerrarlos allí gracias a la acción levadiza de la red denominada puerta del copo –más otras redes auxiliares que hacen difícil que los atunes puedan volver atrás-, situada en el cable denominado mojarcio. Las redes que delimitan el cuadro se denominan testa, faja de fuera y faja de tierra; endiches las que se colocan en la boca del cuadro y cuadrillo, legítima y contralegítima las que se colocan en las proximidades de la boca, para despistar a los atunes y conducirlos a los endiches de la boca.

En la parte inferior, debido al imponente lastre que suponen las cadenas de hierro que hacen aquí las veces de plomo, hay una doble tralla. La labor de armar los cables con sus boyas y la red con el plomo se hace manualmente en cada calamento. Mientras que las costuras (unión) de los cables se hacen en tierra, los empalmes de los cuarteles de red los hacen los buzos una vez se calan las redes, bajo el agua. Son ellos también quienes liberan el plomo cuando se termina la temporada.

Lo que más admira de una almadraba es que se trata de un ingenio de enormes proporciones que se monta desde la cabeza del capitán para instalarse en el mar, después de ir acoplando cada elemento a las condiciones del entorno. Ello obliga a sucesivas modificaciones, pues los capitanes siempre se preocupan por mejorar el arte que la tradición les ha legado. “Cogerle el agua a la almadraba” es la expresión que recoge este progresivo acondicionamiento del arte a su entorno local, como resultado del afán investigador de su capitán.

Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía

Agencia Pública de Puertos de Andalucía Universidad de Sevilla Unión Europea

Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía

Proyectos de I+D+i 2013-2015.

Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.