BARBATE

PESQUERÍAS

La historia de este puerto es la de una intensa industrialización, en el último tercio del siglo XIX, producto de la inversión de empresarios y almadraberos del Poniente onubense en las proximidades del Estrecho. Este proceso se vio acompañado con la expansión de la flota de traíñas para la pesca de la sardina, tanto en aguas próximas como en otras más alejadas (San Fernando y Conil por poniente o Málaga por levante), desde la segunda década del siglo XX. Esta actividad fue complementada con un nutrido elenco de pesquerías tradicionales, como palangres, sardinales, jábegas o cazonales. Durante todo el siglo XX, sin embargo, el cerco con jareta ha sido la pesquería que representaba a la localidad.

Antigua fábrica de hielo

Antigua fábrica de hielo.

Pesqueros de cerco

Pesqueros de cerco, traíñas.

Pesqueros de artes menores

Pesqueros de artes menores.

Pesquero de artes menores preparando las redes

Pesquero de artes menores preparando las redes.

Palangre de fondo

Palangre de fondo.

A partir del 2000 irrumpió el palangre de fondo, dedicadas sobre todo al pez sable y al voraz.

Pescadores de artes menores

Pescadores de artes menores.

Trabajando en la almadraba

Trabajando en la almadraba.

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Clave para esta dinámica fue la posibilidad de faenar en el norte de África (“Larache” como se dice aquí), combinando distintos artes, como recoge Rodríguez Santamaría en su Diccionario de Artes de Pesca de España (1923):

“Se dedican al arte de cazonal los pescadores de Barbate, pero más en África que en España, puesto que en aquellas aguas se reúnen hasta casi 80 barcos dedicados a esta pesca, generalmente faluchos, que recorren desde Cabo Espartel hasta Casablanca, calando este arte en todos los sitios, con los que cogen cazón, corvina, mero y otras especies. Los pescadores de Barbate, que son los más valientes y atrevidos que he visto en todo el sur de España y Levante, recorren constantemente el Estrecho y la costa norte de África, comiendo en el barco, a veces hasta un mes que se llevan fuera de su casa, y vendiendo las pescas que capturan en Tánger, Arcila, Larache, Casablanca o en España, según les cuadre mejor, y siempre llevan a bordo, además de los cazonales, el cerco de jareta, para si se presenta la sardina pescarla”.

En los años sesenta, se renovó la flota para unidades de mayor porte, “los barcos de Gadir”, que iban a pescar sardina para salazón hasta caladeros más al Sur. Esta creciente actividad había estado alimentando, no sólo a la industria conservera, sino a otras empresas de servicios y suministros, como varaderos y carpintería de ribera. Hasta ese momento la producción se basaba en sardinas y caballas para la conserva; desde entonces, desde los años setenta a esta parte, ha predominado la captura de boquerón al fresco, aunque también se capturan sardinas, caballas y jureles.

Los faluchos barbateños salían a pescar durante el “obscuro”, es decir, el período de tiempo entre dos lunas llenas, pues eran las noches oscuras las más adecuadas para la pesca “al arda” (pesca a la vista), aprovechando la fosforescencia que producen en su movimientos los cardúmenes. Los días de luna, el barco varaba, el marinero quedaba en tierra y se disponía a las tareas de mantenimiento. Otras posibilidades de pesca eran, durante el día, enguar al pescado tapando el agua con hueva picada y salada (raba); o seguir el movimiento de aves acuáticas u otros predadores como delfines. Pero desde los inicios se impuso la pesca nocturna con luz, con el apoyo de los luceros, marineros muy experimentados capaces de “hacer pescado” con las lámparas de su bote. A partir de los años cincuenta y sesenta, cuando empezó a pescarse boquerón, esta diversidad de técnicas se fue reduciendo por el uso de sondas, que permiten vislumbrar las manchas de pescado en las proximidades del barco (pescar al aparato), y que hoy se complementa con el apoyo del sónar. Si la pesca es nocturna, la pesca a la luz sigue siendo la fórmula preferida para atraer el pescado, ya sea con el apoyo del lucero, ya con la potente corona de focos que luce la cabina de los nuevos buques.

Sin embargo, con la desvinculación de los caladeros alauitas y saharuis, irrumpió una mayor diversidad de pesquerías: además de los botes artesanales para el enmalle (brecas, salmonetes, chocos…), arrastre, marrajeras (en un episodio corto, entre los años setenta y ochenta, para pescar en el Estrecho, para agujas palares, atunes en temporada y marrajos) y, más recientemente, a partir del 2000, pesquerías de palangre de fondo, dedicadas sobre todo al pez sable, de gran consumo en Portugal, y al voraz. El puerto de Barbate ha dejado de ser uno de los centros más importantes de flota pelágica (sardinas y boquerones) de España y Andalucía.

La otra gran pesquería histórica es la almadraba, presente en la zona desde que la Casa Ducal de Medina Sidonia calara el pesquero en Zahara de los Atunes, con seguridad desde el siglo XIV. Entonces la pesquería se controlaba desde Vejer, y se desarrollaba sobre el sistema de vista o tiro, un sistema similar a la jábega, pero con redes de mayores dimensiones, que habían de ser trabajadas por centenares de hombres (también las mujeres trabajaban en los saleros). La producción era exportada en salazón por toda Europa y el resto de España suministrando proteína animal cuando no lo podía hacer la carne (unos 100 días al año). Para custodia de esta pesquería frente a la frecuente piratería, entre los meses de mayo y junio, el duque hizo construir el Palacio de las Pilas, en el siglo XVI, donde se daba refugio la soldadesca, trabajadores y mandos, mercaderes de distintos países, prostitutas, esclavos africanos y rufianes de toda laya, como bien supieron dibujar Anton Van den Wyngaerde y describir Miguel de Cervantes. Una almadraba del Duque ya fija, de buche, con armazón de cables y redes, empezó a calarse en Zahara desde el siglo XVIII y otra en Barbate desde el último tercio del siglo XIX, frente a la Albufera, gracias a capital valenciano. Se constituyó así el gran negocio almadrabero-conservero, con una clara vocación industrial (conservas en aceite y salazones), para suministrar el mediterráneo y el mercado hispano. Almadraberos –venidos desde distintos puntos geográficos, a poniente y levante-, y estibadoras en la fábrica de la Chanca constituyeron la base social del Barbate en los albores del siglo XX. Uno de los empresarios afincados, Serafín Romeu fue hombre fuerte del Consorcio Nacional Almadrabero (1928-1971), fijando en Barbate uno de los focos productivos de esta entidad. Desde los años setenta, familias como los Crespo o Ramírez, de tradición en los negocios de la pesca y la industria conservera locales, se hicieron con el calamento de almadrabas –Tarifa, Zahara, Barbate y Conil-, si bien orientando la producción para el consumo al fresco para su comercialización en el mercado japonés. Sólo en los últimos años han desembarcado nuevos empresarios para la almadraba de Barbate, incorporando nuevas prácticas productivas y comerciales, como las piscinas de engorde junto a la almadraba.

Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía

Agencia Pública de Puertos de Andalucía Universidad de Sevilla Unión Europea

Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía

Proyectos de I+D+i 2013-2015.

Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.