COSAS DE COMER
Acostumbrado de ausentarse de casa, siempre tenía víveres y otros enseres preparados. Una bolsa de galletas, otra de harina de centeno, una cesta de pescado desecado y otra de carne ahumada, un gran bidón de agua dulce, una caja noruega con flores pintadas que contenía algunas gruesas camisas de lana, su chubasquero y sus polainas embreadas y una piel de cordero que por la noche se ponía sobre el chaquetón.
Víctor Hugo, Los trabajadores del mar, 1866
Un cálido y sabroso vapor de la cocina vino a desmentir la perspectiva, aparentemente desoladora, que teníamos por delante. Pero cuando llegó la humeante caldereta, el misterio quedó placenteramente explicado. ¡Oh, dulces amigos, prestadme oídos! Estaba hecho de pequeñas almejas jugosas, apenas mayores que avellanas, mezcladas con galleta de barco machacada y cerdo salado cortado en pequeños copos, todo ello enriquecido con manteca y abundantemente sazonado con pimienta y sal. Aguados nuestros apetitos por el helado viaje, y al ver Queequeg ante él su plato favorito de pescado, y siendo la caldereta notablemente excelente, la despachamos con gran rapidez: entonces, arrellanándome un momento y recordando el anuncio de la señora Hussey sobre almeja y bacalao, decidí probar un pequeño experimento. Me acerqué a la puerta de la cocina y pronuncié la palabra «bacalao» con gran énfasis, volviendo a ocupar mi asiento. En pocos momentos volvió a salir el sabroso vapor, pero con diferente aroma, y oportunamente se puso ante nosotros una hermosa caldereta de bacalao.
[...] El más piscícola de los lugares de pesca era «Las Marmitas », que bien merecía su nombre, pues las marmitas siempre hervían calderetas. Calderetas para desayunar, calderetas para comer, calderetas para cenar, hasta que uno empezaba a mirar si le salían las espinas por la ropa. El terreno delante de la casa estaba pavimentado de conchas de almejas. La señora Hussey llevaba un pulido collar de vértebras de bacalao, y Hosea Hussey tenía encuadernados sus libros de contabilidad en vieja piel de tiburón extrafina. Incluso la leche tenía un olor a pescado que no pude explicarme hasta que una mañana, en que por casualidad me daba un paseo por la playa entre barcas de pescadores, vi a la vaca atigrada de Hosea pastando restos de pescados, y caminando por la arena, con cada pata en una cabeza decapitada de bacalao, con aspecto muy de ir en chancletas, os lo aseguro.
Herman Melville, Moby Dick, 1851
[...] el acto de comer los primeros erizos de la temporada con sabor a algas frías que emergen en los bajos del acantilado lo consideró como un sacramento pagano [...] Ulises se extasió viendo cómo a su lado un marinero sentado en la tapa de regala de una barca de pesca abría un tomate sobre una rebanada de pan y extendía en ellas unas anchoas.
Manuel Vicent, Son de Mar, 1990
Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía
Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía
Proyectos de I+D+i 2013-2015.
Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.