CITAS LITERARIAS

CONOCIMIENTO DEL MEDIO MARINO

Pero no se lo parecía a Ahab, que conocía los sentidos de todas las mareas y corrientes, y calculaba con eso las derivaciones del alimento de los cachalotes, y así, teniendo en cuenta también las temporadas normales y comprobadas para cazarlos en diversas latitudes, podía llegar a hipótesis razonables, casi próximas a ser seguridades, en cuanto al día más oportuno para estar en tal o cual lugar en busca de su presa.

Herman Melville, Moby Dick, 1851

Gilliatt conocía el mar a fondo. Aunque le hubiera jugado malas pasadas y se sintiera a menudo maltratado por él, eran desde hacía tiempo compañeros. Ese ser misterioso llamado Océano no podía ocultarle nada a Gilliaatt. A fuerza de observaciones, de ensoñaciones y de soledad, se había convertido en un vidente del tiempo, lo que en inglés se denomina weather-wise.

[...] Era un piloto nato. El verdadero piloto es el marinero que navega más por el fondo que por la superficie. […] se diría que tenía, dentro de la cabeza, un mapa del fondo del mar. Todo lo conocía y a todo se atrevía. Conocía las balizas mejor que los cormoranes que se posan en ellas.

Víctor Hugo, Los trabajadores del mar, 1866

Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.

Mario Benedetti, Botella al mar

Tal era el grado de intimidad en que un marino tenía que vivir antaño con su barco que sus sentidos venían a ser los del navío, y la tensión a que su cuerpo se viera sometido le servía para juzgar el esfuerzo que los mástiles del barco estaban realizando.

Ya llevaba yo algún tiempo en el mar cuando reparé en el hecho de que el oído desempeña un considerable papel a la hora de calibrar la fuerza del viento. Fue una noche...

Joseph Konrad, El espejo del mar, 1906

Un gigantón, monda la cabeza y sin media oreja, soltó una cuerda gruesa -- "cabo -me rectificó-, donde se ata, noray, y lo que he hecho es soltar amarras" -- y yo supe que también algo en mí se soltaba. Como si por dentro tuviese un nudo y la brisa que sentía en la cara lo hubiera deshecho. La ciudad iba quedando atrás, ya sólo se veía el edificio más alto de todos, el de El Punto (una, dos..siete..doce..catorce, ¡quince plantas!, ¿quién vivirá en el último piso?, ¿quién se atreverá?, yo sí: me saldrían alas) y luego, ni eso, cielo y mar. Únicamente azul sobre azul y azul. Y la espuma rota por, ¿cómo dijo papá?, quilla era, sí, por la quilla del barco que, aunque yo no hallé la menor semejanza con las de los indios, llamaban canoa.

Juan Cobos Wilkins, Mientras tuvimos alas, 2003

Existen mares grandes y pequeños. Mares por los que no se pasa como no sea para naufragar y sufrir mucho. Otros por el contrario sólo son para encontrar doncellas mulatas en sus orillas y despreocupada alegría de vivir. Hay mares de mucho frío, de trágica desolación, de muerte. Son mares éstos para la ciencia y los animales raros. Hay mares también que son como jardines, y todo cuanto significa vida forma antiquísimos barrios junto a ellos. Son éstos, mares de magnanimidad y riegan la extensa flor de la cultura y diseminan su aroma. Así que hay mares fríos y calientes, ruinosos y espléndidos, antiguos y modernos, hostiles y amigables, siempre lejanos y siempre próximos, malos y buenos. Los hay también intermedios, discretos mares con nombres localistas, con aguas amodorradas, acobardados, solapados, mares que no son reino, sólo principado de modesta supervivencia. Estos mares apenas se estudian. Los mares son pues, de muchas maneras. Son así como las personas. A todos los mares, sin embargo, llega el sol, el viento, los grandes fenómenos intemporales de lo eterno sobre ellos. Los hombres han inventado los mares. Sólo los dioses han inventado el mar.

Francisco Pérez Gómez, Punta Umbría en nuestra memoria, 1998

Mauki, hijo del jefe de un pueblecito próximo a Port Adams, era casi un anfibio; conocía perfectamente la vida de los peces y de las ostras; las rocas y peñascos de la costa no tienen secretos para él. Manejaba con destreza una canoa, aprendió a nadar cuando apenas tenía un año, y a los siete podía nadar en el fondo del mar, llegando hasta treinta pies de profundidad.

[...] Usted casi es un muchacho y no es muy listo, porque todos los días le digo cosas que ignora. Cuando yo era un pequeño pickanniny [término genérico para referirse, en inglés, a aborígenes australianos], sabía todo lo relativo a los peces, hasta sus costumbres, mucho más de lo que usted sabe ahora. Soy viejo, y puedo nadar hasta el fondo del mar, y usted no es capaz de seguirme. ¿Para qué vale usted?

Jack London, Cuentos de los Mares del Sur, 1912

Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía

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Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía

Proyectos de I+D+i 2013-2015.

Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.