OFICIOS DE LA MAR Y LOS PUERTOS
Todo aquello estaba allí, iba unido a mi vida, yo lo veía y lo vivía diariamente, lo llevaba dentro y fuera de mí. Lo único que me faltaba era expresarlo, copiarlo, interpretarlo y convertirlo en obra de arte. La vuelta de Rocha era ya por sí misma una obra de arte. Un cuadro natural y magnífico, siempre igual y siempre diferente. Allí estaban los trabajadores del mar, del río y del puerto con sus largos días de dura faena y sus breves horas de descanso y de fiesta.
Benito Quinquela, pintor especializado en la recreación pictórica del puerto de La Boca, Buenos Aires (1890-1977)
Era pescador pero también otras cosas. Tenía instinto, así que, para distraerse, aprendió tres o cuatro oficios: carpintero, herrero, carretero, calafate e incluso un poco mecánico. […] Se fabricaba a mano sus propios artilugios de pesca.
[...] Los barcos, cuando había viento del Este, solían fondear en la rada y, así, además, se ahorraban los gastos portuarios. En tal caso, los barqueros comisionados de la ciudad, bravos marineros que han desaparecido con el nuevo puerto, iban a recoger en sus barcas a los viajeros, ya estuvieran en el embarcadero o en las estaciones en la playa, y los transportaban, a ellos y a su equipaje, a menudo con el mar revuelto pero siempre sin accidentes, hasta los barcos que iban a partir. El viendo del Este es un viento lateral, óptimo para la travesía hacia Inglaterra; el barco se balancea pero no cabecea.
[...] Cuando la nave estaba atracada en puerto, todo el mundo de embarcaba ahí; pero cuando estaba en rada, había la opción de embarcar en algunos puntos costeros cercanos al fondeadero. Era fácil encontrar en todas las calas barqueros a discreción.
[...] Algunas barcas ancladas pescaban. Se veía de vez en cuando derramarse de las mismas chorros de plata al sol, que era el agua saliendo de las redes.
[...] En cuanto a “la Galeota”, Lethierry la había construido el mismo […]. Había ido a Bremen a comprar la madera. Había empleado a fondo, para su construcción, todo su savoir faire de carpintero naval y se podía reconocer su talento en el bordaje, cuyas costuras estaban bien ajustadas e igualadas, recubiertas con sarangusti, masilla de la India superior a la brea. El forro estaba bien claveteado. Lethierry había impregnado la obra viva con alquitrán.
[...] En muchos puntos del litoral inglés y francés, el contrabando se hallaba en una entente tácita y cordial con el comercio legal y patentado. Entraba en la casa del más de un alto financiero, por la puerta de atrás, es cierto; y se introducía subterráneamente en la circulación comercial y en todo el sistema venenoso de la industria. Comerciante por delante y contrabandista por detrás, ése era la historia de muchas fortunas.
Víctor Hugo, Los trabajadores del mar, 1866
Cuadrillas de obreros portuarios pululan por las planchas [de los barcos] con sus embarrados pies. Es éste un espectáculo desgarrador, el de tantos hombres de tierra, terrosos, a los que jamás les ha importado nada un barco, pisoteando, despreocupados, brutales, y con sus botas claveteadas, el desvalido cuerpo.
[...] Habla aquí el hombre de los mástiles y las velas, para quien el mar no es un elemento navegable, sino un compañero íntimo. La larga duración de las travesías, la creciente sensación de soledad, la estrecha dependencia de las mismas fuerzas que, favorables hoy, mañana, sin que cambien su naturaleza, en virtud del mero despliegue de su potencia, se harán peligrosas, contribuyen a crear ese sentimiento de camaradería que los marinos actuales, buenos como son ya no pueden esperar conocer.
Joseph Konrad, El espejo del mar, 1906
Los majalís, con rápido andar, portaban sobre la cabeza, con notable destreza, grandes canastos de mimbre de las Albuferas repletos de pescado…
J. L. Ruz Márquez, Adra. Siglo XIX, 1981
Un paseo aquí por la mañana muestra con una mirada toda la existencia del lugarejo, que con verdad se puede llamar una república de pescadores, pues todos viven de la pesca, y lo que sólo con ello tiene relación se emprende después de consejo en común... Los pescadores y sus ayudantes se congregan, los patronos conferencian unos con otros y la mayoría de votos decide si se debe salir a la mar o no.
William Shakespeare, Hamlet, 1600
¿Cómo sorprenderse, entonces, de que los de Nantucket, nacidos en una playa, se hagan a la mar para ganarse la vida? Primero buscaban cangrejos y quahogs en la arena; volviéndose más atrevidos, se metieron por el agua con redes a pescar caballa; más expertos, partieron en barcos a capturar bacalaos; y por fin, lanzando una armada de grandes barcos por el mar, exploraron este acuático mundo, pusieron un incesante cinturón de circunnavegaciones en torno de él, se asomaron al estrecho de Bering, y en todas las épocas y océanos, declararon guerra perpetua a la más poderosa masa animada que ha sobrevivido el Diluvio, la más monstruosa y la más montañosa; ese himalayano mastodonte de agua salada, revestido de tal portento de poder inconsciente, que sus mismos pánicos han de temerse más que sus más valientes y malignos asaltos [la ballena espermática o cachalote].
[...] Se tienen vigías en las tres cofas, de sol a sol, alternándose los marineros por turnos regulares (como en la caña), y relevándose cada dos horas. En el tiempo sereno de los trópicos, la cofa es enormemente agradable; incluso deliciosa para un hombre soñador y meditativo. Ahí está uno, a cien pies por encima de las silenciosas cubiertas, avanzando a grandes pasos por lo profundo, como si los palos fueran gigantescos zancos, mientras que por debajo de uno, y como quien dice entre las piernas, nadan los más enormes monstruos del mar, igual que antaño los barcos navegaban entre las botas del famoso Coloso de la antigua Rodas. Ahí está uno, en la secuencia infinita del mar, sin nada movido, salvo las ondas. El barco en éxtasis avanza indolentemente; soplan los perezosos vientos alisios; todo le inclina a uno a la languidez.
Herman Melville, Moby Dick, 1851
Tal vez yo no debería ser pescador, pero para eso he nacido.
Ernest Hemingway, El Viejo y el Mar, 1952
Aniceto, un chileno, e Iván, un yugoslavo, hacía varios años que habían formado sociedad para pescar. Pero eran unos pescadores totalmente diferentes de los que se dedican a este oficio. En vez de comprar y aparejar un cúter para la pesca, ocuparon el mismo capital en adquirir un camión, y conduciendo sus redes y una pequeña chalana dentro de él se dirigían por las costas llanas de la parte oriental del estrecho y por el seno Skiring a echar sus trasmallos.
[...] El pescador evocó de pronto su infancia lejana, cuando echaba los espineles y anzuelos allá en el Adriático; su vida pesada y sin destino de marino de tierra adentro; la cargazón del alcohol y de la carne de los puertos, y se estremeció al recordar una superstición que dice que cuando se empieza a recordar la vida es porque la muerte anda cerca.
[...] El viejo ex capitán de primera clase terminaba sus días con un cúter de cinco toneladas, tan golpeado por el mar como él, dedicándose primero a la caza de nutrias y lobos, y luego, a medida que sentía disminuírsele las fuerzas, pero no las agallas, a negocios un poco vedados por los reglamentos marítimos. [...] Cuando lo sorprendían le aplicaban fuertes multas; pero los marinos de la Armada de Chile, encargados de juzgarlo, le guardaban secretas simpatías por ser uno de esos extraordinarios ejemplares que sólo produce el mar con la libertad de sus leyes.
Francisco Coloane, Cabo de Hornos, 1941
Pasado el cabo de Trafalgar […] esta la villa de Conil, que tambien se llama la Torre de Guzman. Aquí se haze almadraba que es una pesqueria de grandes pescados, que se llaman atunes. Pescanse solamente en los dos meses de Mayo y Junio. Estos vienen por la mar a vandadas como manadas de ganado, de a mil, y dos mil, y de amas, y algunas vezes de menos. Vienen a desovar al estrecho por la muy gran corriente de las aguas que alli ay, y de alli vuelven con sus crias y generacion de buelta del poniente de donde vinieron sin faltar año alguno de hazer esta su jornada. Quando estos peces vienen a desovar vienen gordos, y muy buenos, pero luego que han desovado se paran tan flacos que no son buenos para comer. La manera de pescar estos atunes es aquesta. Estan en la mar seis o siete barcas puestas en arco algo apartadas las vnas de las otras y estan muy en orden vna ante otra, demanera que las dos primeras de los principios estan cerca de la tierra, y la mas apartada esta de la tierra cassi vn quarto de legua, y las dos barcas mas cercanas a la tierra tienen dentro sus redes gruesas para cercar atunes.
Estos pescados vienen por la mar cerca de la tierra, y antes que lleguen al lugar donde estan las barcas los ve vn hombre que esta puesto por atalaya encima de vna torre cerca del agua. Y el conocimiento deste hombre es tal que a vna legua y mas de distancia que los atunes vengan los siente y vee debaxo del agua por el aguaje y pretor que traen, y aun casi dize el numero, que son, y en llegando donde estan las barcas, el atalaya haze cierta señal con vn lienço o toca a los de las barcas: y luego con mucha presteza las dos barcas q tienen las redes las van tendiendo por el agua rodeando los atunes hasta que se junta la una barca con la otra que esta encima de todas, la qual tan bien sale tendiendo otra red mas espesa por dentro de la otra, y desta manera en muy breue espacio son ceñidos los atunes con las dos redes, y aunque son los atunes pescados grandes como luego dire, son contodo esso tan medrosos que huyen de cualquiera cosa que ven en el agua, y assi con sola la red que tendio vna barca que es de esparto muy rara, y la llaman los pescadores açadal detienen los atunes hasta que los rodean con la segunda red que es de cáñamo grueso, aquien llaman cinta gorda, y con esta los sacan a tierra.
Tiran esta red mas de doszientos hombres, y en llegando los atunes cerca de la tierra entran en la mar muchos hombres desnudos, y llegan hasta que les llega el agua a la rodilla. Llevan estos muy grandes garauatos de hierro, asidos y muy bien clavados a vnas varas de media vara, a los quales garauatos llaman cloques en aquel lenguaje que usan aquellos pescadores, y cada uno destos garauatos o cloques lleva asido su pedaço de soga. Hincan cada tres o cuatro de aquellos hombres sus cloques, o garauatos por las cabeças de los atunes, y tirandolos los sacan arrastrando a tierra: pero acontece llevarse vn atvn a vn hombre arrastrando por el agua, quando le hiere solo y lleva la soga atada al braço. Ay atun, que ha menester diez hombres que tiren del para sacarlo arrastrando del agua a tierra. Es cosa extraña de ver los golpes, que estos atunes san con las colas y las cabeças en la tierra hasta que mueren, y no es menos maravilloso ver la mar tinta en sangre. Tienen estos atunes comunmente ocho y diez pies de largo y muchas vezes mas y algunas menos. Ay atun destos, que una carreta no lo puede llevar. Pescanse aqui en aquellos dos meses Mayo y Junio cincuenta, o sesenta mil atunes. Pescanse tambien en algunas otras partes de España, especialmente en el Reyno de Portugal. Llevanse salados en barriles a muchas partes dentro y fuera de España, la qual pesqueria de atunes es muy antigua.
Pérez de Messa, De la Villa de Conil y de la Pesca de Atunes, 1595
Oh pícaros de cocina, sucios, gordos y lucios, pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodover y de la plaza de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Sevilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se encierra debajo de este nombre “pícaro”. Bajad el toldo, amainad el brío, no os llaméis pícaros, si no habéis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes. Allí, allí, que está en su centro el trabajo junto con la poltronería. Allí está la suciedad limpia, la gordura rolliza, el hambre prompta, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momento, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bailes como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estribos, la poesía sin aciones. Aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta. Allí campea la libertad y luce el trabajo; allí se van o envían muchos principales a buscar a sus hijos, y los hallan; y tanto sienten sacarlos de aquella vida como si los llevaran a la muerte.
Miguel de Cervantes: “La ilustre fregona”. Novelas Ejemplares, 1614
... una mañana, al volver del copo, decidieron reunirse para protestar de la última ordenación económica del Consorcio que prescribía, no ya una disminución en los porcentajes tradicionales en la pesca del atún desde el siglo XVI, como venía sucediendo cada año, sino su supresión definitiva, ajustándose en adelante las faenas en un tanto previo inamovible…
[…] ninguno de los que aquella noche ya lejana en el cobertizo se habían juramentado en fidelidad para llevar a cabo la empresa común de defender las antiguas normas tradicionales que en el transcurso de casi cuatro siglos se había mantenido como fuero inviolable en el copo: una moneda o una fracción de moneda por cada uno de los ejemplares capturados en el arte-fijo.
Alfonso Grosso, Testa de Copo, 1963
Me asomo a la borda. Estoy terriblemente mareado. Un pescador arroja a las aguas un trompo de corcho. El maquinista detiene el motor, los ochos remes accionan a la palas, y la trainera comienza a girar lentamente en torno del trompo, mientras que el patrón de la barca toma puñado de agrecillo y con ellos espolvorea las aguas del océano.
Mientras la trainera gira lentamente en torno de la boya de corcho que es con respecto a la embarcación como un eje de compás, los hombres desparraman en las aguas puñados de huevas de bacalao y afrechillo, cebo que atrae a la sardina. Al mismo tiempo observan las aguas. De pronto, alguien grita:
¡Borbolla!, ¡ya, borbolla! ¡Atengo el arte!
A pesar del mareo, me asomo a la borda. El agua a cincuenta centímetros de profundidad se ha poblado de un hervor plateado. Burbujas de aire, como esferas de mercurio, sube hasta la superficie. Nuevamente, los hombres gritan: ¡Atento al arte!
Y yo me pregunto qué tendrá que ver el arte con la pesca, cuando el maquinista me explica que el “arte” es el conjunto que forma la red con sus cables.
Ya borbollas más, ¡mardita sea el mare del mundo! El arte… afloja…
Los hombres se han precipitado sobre la red, mientras que el maquinista pone en marcha el motor, y la trainera comienza a describir rápidos círculos.
Los pescadores toman la red, que forma un bulto achocolatado, y arrojan una punta al mar, y la red se hunde en el agua, bajo el peso de los palmos; pero las ruedas de corcho que la circunvalan quedan flotando en una línea, que con la rotación de la trainera en torno de la boya, forma una elipse que se va trasformando en círculo.
Los hombres de los remos comienzan a bogar dentro del círculo que han formado los corchos de la red. Miran afanosamente el agua; bajo la superficie verdosa se deslizan rápidas chispas de plata. Los remeros reman lentamente; el capataz arroja simiente y cebo a las aguas, y, de pronto ciertas fatiga desconocida me arroja sobre un encerado y caigo allí, sintiendo que la vida se me escapa por la boca.
Alberto Arlt. Aguafuertes españolas, 1936
Estuvimos junto diecisiete años, durante los cuales siempre estuvo a mi lado, vigilando mi sueño, cuidándome fiebres y heridas…, recibiendo él mismo heridas por defenderme. Se enrolaba en los mismos barcos en que yo navegaba, y juntos recorrimos el Pacífico, desde Hawai a Sydney Head y de Los Estrechos de Torres a las Galápagos. Fuimos negreros en las Nuevas Hébridas y las islas de la Línea del Oeste de las Luisiadas, Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y Nueva Hannover. Tres veces naufragamos en las Gilberts, en el punto de las Santa Cruz y en las Fidji. Y comerciamos y negociamos donde hubiera un dólar a ganar en perlas o nácar, copra [pulpa seca del coco], espuma de mar, concha o restos de naufragio.
Jack London, Cuentos de los Mares del Sur, 1912
Atlas del Patrimonio Cultural en los Puertos de Interés Pesquero de Andalucía
Consejería de Fomento y Vivienda. Agencia Pública de Puertos de Andalucía
Proyectos de I+D+i 2013-2015.
Dinamización de los enclaves pesqueros del Sistema Portuario Andaluz.